Una metodología a la medida del paciente

por Mariana Monné


El jueves 22 de mayo del corriente tuvo lugar una nueva
intervención del Programa Jarabe de Risas de la Fundación SaludArte en el
Hospital de Clínicas. Esta vez el Coordinador de SaludArte, Daniel Ullmann,
y los mediadores Lichi Sánchez y Cecilia Rodríguez, se presentaron en el
piso 11 de “Medicina General”.

Luego de varias visitas, uno comienza a formarse una imagen de
la realidad que se vive en el Hospital, realidad que no dista tanto de la
otra, la de muros afuera, pero que ciertamente tiene sus particularidades.
Las relaciones entre el personal y con los pacientes y visitantes, reproduce
la que vivimos diariamente en nuestros ámbitos de interacción, pero tal vez
aquí se hacen más evidentes.

En un pasillo del Hospital cuelga un cartel que reza “hotel de pacientes” y,
aunque en una primera instancia nos causa risa, reflexionamos al respecto:
hay personas que viven aquí dentro, que decoran su cuarto y hacen amistades
y ¿por qué no? se enamoran. Ese es el caso de un paciente muy especial, al
que los mediadores visitaron por segunda vez, en los apartados de la sala de
Medicina General. Aunque la situación de A. es crítica y su realidad
muy difícil, la respuesta fue maravillosa. Por lo que él mismo dijo, este
paciente está enamorado de una de las enfermeras y, a partir de esto, los
mediadores lograron trabajar y crear un lazo, que se vio reforzado al volver
a visitarlo.

Si bien la mayoría de la población del Hospital ronda entre los
40 y los 80 años, algunas salas se caracterizan por tener los pacientes más
entrados en años; quizás por eso fue tan especial haber trabajado con un
muchacho de apenas 17 años. R. es un paciente recurrente del Hospital,
precisamente el día anterior su caso había sido presentado en el Ateneo;
pero lo que preocupa a los médicos, más allá de la situación crítica de su
salud, son los otros aspectos que influyen en su bienestar, como la
deficitaria relación con su familia, por ejemplo.

Los mediadores, Lichi y Cecilia, tuvieron que reposicionarse
ante el paciente, pues esta vez estaban frente un muchacho con casi la misma
edad, de un determinado contexto social y, esto es lo más importante, un
joven que estaba solo en una sala repleta de adultos. El puntapié inicial no
fue el mismo, ni tampoco el tipo de comunicación: había narices rojas, sí,
pero esta vez la interacción se realizó sin caracterizar los personajes ni
falsear la voz, de igual a igual. Por primera vez se encontraban ellos como
sujetos en acción, el paciente lo percibió y respondió a ello: conversaron,
encontraron puntos en común, crearon un lazo verdadero. Rodrigo dijo estar
sorprendido de que dos payasos fueran a verlo a su cuarto, simplemente para
charlar y estar un rato con el, pero lo expresó afirmando lo bueno que había
sido, pues para él “no había con quién hablar”.

Algunas veces los mediadores deben tener flexibilidad y
adecuarse a la realidad, a la necesidad del paciente, pues no todos pueden
ni quieren escucharlos o verlos hacer sus gracias, no todos tienen ganas de
distraerse o de participar y, sobre todo, no todos participan de igual
forma. Es bueno poder desestructurar la perspectiva, sin perderla.


Montevideo, 22 de mayo de 2008

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