Los primeros pasos, las primeras risas...

Por Mariana Monné

El jueves 22 de mayo, dos “mediadores” de SaludArte desplegaron su arte en
varios pisos del Hospital de Clínicas, con mucho éxito. Un clown y una
flautista cautivaron a pacientes, acompañantes y enfermeras, despertando
curiosidad y sonrisas a lo largo de la tarde.

Luego de un ajetreado ir y venir, el coordinador del Programa “Jarabe de
Risas” obtiene las llaves del Departamento de Psicología Médica, de donde
asoman, minutos después, dos narices rojas prontas para atacar. Con
anterioridad se habían fijado los objetivos, tras consultar a las Jefas de
Sala acerca de quiénes podrían recibirlos ese día, y hacia ellos fueron.

El primero en recibirlos fue un paciente apartado, un señor
mayor acompañado por una joven, probablemente su hija. Los mediadores fueron
advertidos de que este paciente había sido operado del corazón y que por
ello debían tener cuidado con las emociones fuertes; por esto mismo, las
notas de la flauta fueron las primeras en llegar. El recibimiento fue cálido
y las enfermeras que iban por el pasillo se asomaban, sonriendo y
participando de las bromas.

Una habitación más allá, otro paciente cardíaco se muestra
reticente a la presencia de los mediadores. Sin embargo, el clown encuentra
pronto su debilidad y lo seduce con chistes y malabares, conquistando no
sólo al paciente sino también a su señora e hija. En cierto momento pasa una
funcionaria del hospital, otra más, varias enfermeras, y se crea una
verdadera platea en torno a la habitación. Las risas hacen girar sobre sus
pasos a los otros en el pasillo, quienes también sonríen, contagiados.

Los mediadores parecen aportar los colores cálidos en un
Hospital de grises, blancos y celestes; la flauta también causa extrañeza,
como si los espacios no estuvieran acostumbrados a sus notas. Es bueno
des-automatizarse de vez en cuando y recordar que tenemos sentidos además de
dolores, que existen aromas dulces, colores estridentes y música alegre.

Una vez en la Sala 5 de mujeres, el juego se vuelve más
dinámico; esta vez el intercambio es entre varios participantes y se
multiplican las posibilidades lúdicas. Al comienzo, las mujeres cruzan
miradas entre ellas y esbozan sonrisas, nerviosas, mientras el payaso avanza
sigiloso seguido por una flauta y, un poco más atrás, por una muchacha. La
sala, que al entrar parecía detenida en el tiempo, recobra vida. Estas
pacientes pasan meses enteros allí y se advierten los simulacros de hogar,
improvisados en apenas unos metros: una televisión, una radio, bolsos,
almohadones, bolsas en las mesas y el piso, de todo. Suena un celular y la
muchacha de la flauta simula que habla ella también, se cae una pelota
mientras el payaso hace malabares y la toma una acompañante, que juega un
poco haciéndole burlas, y todos ríen. En el pasillo parece que se enteraron
que hay “algo” y se agrupan en la puerta, para ver y participar de la
actividad.

Hacia el final del día, los mediadores visitan la Sala 3 de
hombres. Ni bien ingresan, una señora le acomoda la silla a su marido “para
que pueda ver bien”. El recibimiento es alentador y caluroso, quizás porque
ya les habían contado que “los muchachos de SaludArte” estaban en el
Hospital y los estaban esperando. Se produce un juego divertidísimo entre el
payaso y una enfermera quien, sin dejar de hacer su trabajo, retruca los
chistes y participa de la broma. En cierto momento ingresa un señor en una
cama con ruedas, empujada por su mujer y un enfermero. Lo que podría haber
sido un simple trámite de ubicación del paciente en la sala, se transformó
en algo alegre, gracias a las venias y morisquetas de los mediadores,
atentos a todo y capaces de sacar provecho de cualquier imprevisto. El
recién llegado no bien traspasa la puerta, hace chistes acerca de las
narices rojas y todos ríen; hay quien afirma que jamás hay que perder el
sentido del humor.

Al despedirse, uno de los pacientes le manda “tres saludos” a Lichi: uno
para el muchacho que es, otro para el clown que interpreta y un tercero para
el don que tiene, el de hacer reír... Uno podía percibir cómo se ensanchaban
los corazones.

Lo cierto es que hemos tenido una jornada gratificante. La
actividad de los mediadores se ha entretejido con la de los demás
funcionarios del Hospital, sin jamás entorpecer ni importunar, sino todo lo
contrario, las enfermeras parecían aliviadas de tenerlos allí. Una señora
que acompaña a su marido sale de la sala y busca a los mediadores para
felicitarlos. Todos parecen valorar la labor emprendida y muchos los
aplauden.

Una vez de regreso en el Departamento de Psicología, los artistas se
desprenden de su ropa colorida y guardan sus juguetes para volver a su
aspecto habitual, pero jamás dejan de ser los mismos, tengan o no las
narices rojas. Están muy satisfechos con lo sucedido en el día, comentan y
planean mejoras, mientras coordinan una instancia de evaluación; se los ve
rozagantes. Ha sido un primer día espectacular, y aún queda mucho por hacer.

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