Una identidad en construcción

¿Qué médico quiero ser?

por Pía Correas

Algunos autores[i] plantean que la construcción de posibles identidades futuras (como profesionales, como parejas, como padres, etc) organizan el comportamiento y ayudan a encausar a la persona en objetivos y fines mas específicos.

Son muchos los caminos llevan a un adolescente a elegir ser médico, atravesado sin duda por una vocación de servicio y altruista de aliviar al semejante en su sufrimiento, con un toque de omnipotencia, de vencer la enfermedad y la muerte, y tal vez la vivencia encarnada de la enfermedad en sí mismos o en las personas significativas cercanas (abuelos. padres, hermanos, amigos, pareja, hijos).

Una vez dado el paso de la elección se inicia el camino de la conformación de la identidad profesional, constructo que surge de la sumatoria de los modelos adquiridos durante la carrera de la postura de los profesores y que se apoya en el camino recorrido anteriormente de qué profesional se quiere ser.

Las neuro-ciencias están investigando en el área de las neuronas espejo. Mucho de lo que aprendemos pasa por la incorporación de las acciones que vemos desarrollarse delante nuestro y del afecto que dichas acciones genera en los actores de dicha situación (por ejemplo médico y paciente ante el examen físico).

Otra vía de acceso es intelectual y racional, la incorporación de conocimiento científico por medio del estudio y memorización de aquellas temáticas especificas, base necesaria e insustituible ante un ejercicio responsable de la profesión, y que garantiza el sustrato necesario para la complejización y la resolución de problemas, así como la creación de nuevos recursos de abordaje y de nuevos conocimientos.

Las acciones del profesor en medicina no pasan sólo por la trasmisión de conocimientos sino también por la actitud ante la tarea, los afectos que se trasmiten en relación a las misma, la satisfacción o frustraciones, los valores y la ética, el cómo se es “persona que trabaja con personas”. Reconocer ese estatus filosófico y humano del otro es parte indisoluble del accionar técnico.

Las habilidades inherentes a esta profesión, la capacidad de observación clínica, las habilidades de comunicación, el pensamiento analítico-semiológico, que se ponen en juego en la consulta con el paciente llevan años para desarrollarse lo que debe ser explicitado en el encuentro didáctico con el estudiante para evitar la frustración del aprendiz. El hacer transparente en la discusión posterior del caso los caminos de nuestro pensamiento para la resolución y la toma de decisiones es una de las herramientas más ricas y de mayor impacto en la formación de los estudiantes.

El impacto emocional en los estudiantes de la figura del docente es un elemento de gran importancia ya que por un lado puede ser un habilitador y por otro un gran obstáculo en el desarrollo del interés por esa materia así como en la incorporación de las habilidades especificas.

Este impacto emocional puede ser manejado mas allá de las actitud o habilidades propias del docente si se tiene en cuenta: la importancia de reconocer al estudiante en su identidad (partiendo de cómo se llama y de dónde proviene), en el valor sus aportes, motivando la curiosidad, y dándole tareas de responsabilidad en relación al paciente y acordes al nivel de formación.

Es importante construir un hilo narrativo mediante el cual se les explicite la manera en que se toman determinadas decisiones u objetivos terapéuticos, se los ayuda a manjar los tiempos y respetar sus tiempos personales y familiares en su etapa de estudiante y una vez que sea profesional en ejercicio.

En resumen cuidar todos aquellos aspectos en los que el otro es tenido cuenta y se siente así percibido con derechos, deberes, sentimientos y necesidades, imprescindible para ser un buen profesional y poder asistir a los pacientes como personas con derechos, deberes, sentimientos y necesidades.


[i] Markus y Nurius. 1986

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