Los canales de televisión abierta y de cable están colmados de seriales en donde los protagonistas son los médicos forenses, patólogos, clínicos, psiquíatras, y de otras especialidades. Algunos rodeados de más tecnología o de menos, estos personajes se han transformado en punto de comparación con la práctica diaria, para muchos de los pacientes, alumnos o de la sociedad.
Lo más peculiar es que los médicos, también las ven.
Los motivos por los que alguien no vinculado a la Medicina mira estos programas, la Antropología, la Historia y, por sobretodo, la Literatura se encargaron de demostrarlo de forma muy creativa en obras como “Frankenstein”, “Dr. Jekyll and Mr. Hyde”, “M´ hijo el Dotor” y “Medicina y sociedad en el Uruguay del novecientos”; poniendo al descubierto lo que circula en el imaginario colectivo en torno a esta profesión.
A lo largo de la humanidad, los médicos, especie de brujos, fueron y son los depositarios de fantasías: “descubrir lo que a simple vista no se ve”, “entender el funcionamiento del cuerpo y de la mente”, “encontrar la cura para el que sufre”; y probablemente esto haya sido lo que los llevó a estudiar Medicina a varios de ellos.
Ahora, ¿qué nos atrae de las actuales seriales?
Sin lugar a dudas, lo que vemos en ellas a veces tiene coincidencias con el trabajo médico; pero ni los pacientes, ni los estudiantes ni todos los colegas saben de la vida de los otros galenos. Y en éstas, además de mostrar intervenciones, procedimientos, conocimientos, dudas o fracasos, nos muestran la vida de sus protagonistas; nada más y nada menos.
Los conflictos que “actúan” son parte de los conflictos que atraviesan a todos los individuos, y algunos de ellos quizás les sucedan y otros no.
Con estas seriales, el misterio de los médicos tiene un nuevo agregado: “lo que pueden sentir además de lo que eligen ser como profesionales”. Lo que les puede suceder genera tanta curiosidad como “el cuerpo” y “la mente”; los conflictos existenciales provocan curiosidad independientemente del oficio, de la profesión, de la nacionalidad, de la edad o del sexo. De hecho, es todo lo que vemos en el cine o leemos en novelas y cuentos.
Algunos estudiantes podrían estar buscando modelos con los que identificarse a futuro, como con la sensible Dra. Sam ante el cadáver de una mujer anciana a la que debe realizarle una autopsia, o con el Dr. House volcado a su trabajo para ser el “mejor” aunque eso le cueste comportarse como el “peor”. Algunos pacientes podrían estar haciendo lo mismo con sus médicos de cabecera.
Y en definitiva, todos husmeamos en la vida de todos estos personajes, sentimos, nos enojamos o divertimos con ellos. Pero de algo estoy totalmente segura, los médicos ya no solo son “brujos”, por suerte, son seres humanos.
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